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jueves, 14 de mayo de 2015

Revelación

Sola

 Despertó, después de la más larga de las siestas. La lluvia había cesado, el agua la noche había refrescado. Se encontraba mitad del verano más caluroso que pudiera recordar. Pero esta noche lo que corría por su frente y sus mejías no era sudor. Era agua. Que emanaba del cielo. Pero también de sus ojos. Y principalmente, de su corazón.
¿Alguna vez te ha pasado, que sientes que debes dejar salir la tristeza? Sin aparente motivo ni razón, tan solo un temblor del corazón. Pero esta noche la tristeza no era injustificada. Había caído en cuenta de algo.

Tuvo la mejor de las compañías, de aquellas que todos alrededor parecen aprobar y hasta cierto punto idolatrar. Una de esas parejas hechas en el cielo, a match made in heaven. Cuántas veces no había escuchado el "son tan dichosos de estar juntos", o el "quisiera algo como lo suyo". 

Esa noche habían bailado, al compás del charlestón. Ella, se veía tan hermosa como de costumbre. Con un vestido de brillantes dorados, las plumas en el pelo y el maquillaje que resaltaba los jades que tenía por ojos. Él, se veía cual caballero soñado. Con aquel traje blanco, que al resto de mujeres ponía a suspirar.
Perfecto.
Noche eterna. Fantasía del subconsciente. Todo lo que una vez de pequeña imaginó, ahora frente a sus ojos. Se sentía la ganadora de la lotería, la más afortunada de las mujeres y la más feliz. Tan así que la emoción se desbordaba por la enorme sonrisa que su rostro iluminaba.

Alegría. Libertad. Triunfo. Amor. Sueño. 

Aquella imagen era eso: Un sueño. No existía, fuera de su mente. El baile, las citas, la admiración de los otros, los abrazos, los besos, las caricias: Un sueño. No existía tal pareja, no existía tal dicha, y tampoco existía la felicidad en su vida.

 Nunca había sentido el toque delicado de otras manos que no fueran las suyas. Tampoco había experimentado el roce de sus mejías con las de un hombre, al bailar en un salón. Porque él existía en ella, pero no con ella

Y al caer la lluvia, las gotas del sueño la despertaron. Corrió a casa tan rápido como pudo. Al entrar sonaba aquel chalestón que escuchaba todos los días.
Con el alma irreparable y el corazón quebrantado, se echó a llorar. Ella, la que un día fuera la más feliz, en una realidad que nunca hubiera deseado. Pero a fin de cuentas: realidad.
Finalmente se dio cuenta de cómo estaba y cómo siempre había estado...

Sola.



miércoles, 25 de febrero de 2015

La mariposa que se negaba a dejar el capullo



Ella era fuerte, segura, confiada. O al menos eso era lo que quería que los demás creyeran. 

La verdad es que, en su interior ella sentía que era todo lo contrario: débil, tímida, frágil, insegura... Le parecía fácil acatar libretos, disfrazarse con ilusiones, vestirse de complacencias, mientras agradaba a quienes la rodeaban e impresionaba a quienes debía impresionar. Se preguntaba constantemente, ¿habrá alguien que me entienda? Mas la respuesta parecía ser siempre un "no". Mariposa estaba rodeada de un mundo, que parecía poco interesado en conocerla verdaderamente. Un mundo que exigía de ella, lo que necesitara, un mundo que parecía extra-limitarla. 

Ella estaba lista para salir al mundo, extender sus alas y volar tan alto como pudiera. Tenía todas las capacidades, dotes y habilidades necesarias. Era inteligente, cariñosa, alegre, servicial, entregada, comprometida... Y sin embargo no lo hacía. ¿Qué la detenía? ¿Por qué no abandonaba el capullo? Seguramente por el miedo. Miedo a caer, a no levantarse, pero principalmente, miedo a que los demás vieran cómo era realmente, y que eso les desagradara. 

Ella no era débil, tenía fuertes opiniones y juicios, pero tenía miedo de expresarlos y ser cuestionada. Ella no era insegura, tan sólo se paraba detrás de otros para que cubrieran sus supuestas imperfecciones y defectos. Y aunque tuviera mucho que demostrar, prefería aportar sigilosamente a las vidas de los demás; en lugar de trabajar por su propia vida.

Se dejó el alma en los demás, les dio sus alas. Cuando los demás caían, era ella quien los levantaba. Sentía que ese era su lugar, su misión. Permanecer todo el tiempo, al tanto de los otros. Pero asumió esta tarea, de tal forma que se descuidó a ella misma. 

¿Qué pasa Mariposa? ¿Es que no te das cuenta de que eres hermosa y poderosa? Claro está que es importante ayudar a los demás, pero ¿por qué siempre tras bambalinas? Entiendo lo de la modestia, pero es que,  ¿no te das cuenta que te estás dejando pisotear?. Tras bambalinas,  en donde nadie puede verte ni escucharte con claridad. Tienes tanto que decir, tanto que aportar. Pero ese capullo no te deja brillar. 

Mas, había una persona, que así como María Iribarne se fijó en el cuadrito de la pintura de Castel; se fijó en Mariposa. La única que le prestó atención, pero aún más importante, la única que se tomó el tiempo de desenvolver ese capullo y conocer el interior; haciéndola sentir cómoda, segura y sin miedo... Así como has dejado pasar un millar de oportunidades, Mariposa ¿dejarás pasar a este atrevido? Que pareciera conocerte y apreciarte más de lo que tú misma lo haces.

Cuando te hablo a tí, Mariposa, sé que le hablo a una parte de mí. Porque sé que soy así. Para mi desgracia o mi fortuna, soy una mariposa que tiene miedo a volar. Sé que soy fuerte, segura, confiada. Sé que soy inteligente, hábil, firme, soñadora. No entiendo por qué me limito, no me explico de dónde viene ese miedo que me ata y me sujeta firmemente a la parte de atrás del escenario de la vida. 

Y aunque a veces crea que nadie me comprende, sé que no es así. Porque en algún momento de la vida, todos somos mariposas con miedo a volar. Con miedo al qué dirán, o a un futuro que somos incapaces de divisar. Muchas veces estamos enfocados en ayudar a los demás, en parecer agradables, en ser aceptados y encajar; pero nuestros esfuerzos siempre van hacia los demás. ¿Por qué no me esfuerzo primeramente, en ayudarme y aceptarme? 

Encuentra la imagen aquí.


Si eres también una mariposa, espero ayudarte a perderle el miedo a salir de ese escudo protector. Cada mariposa es única en su tipo, todas tienen belleza sin igual. Déjate ser descubierta, pero primero, descúbrete.