Mostrando las entradas con la etiqueta adolescencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta adolescencia. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de marzo de 2015

Por qué paso tanto tiempo en el pasado.


Antes de empezar, quisiera aclarar que soy una joven con muchos arrepentimientos, y eso no está bien.

Obtuve la imagen aquí.



¿Alguna vez te ha pasado, que te encuentras feliz, viviendo el momento, cuando de repente y absolutamente de la nada, recuerdas algo que te frustra, te avergüenza o te entristece?

¿No? Qué suerte la tuya.
¿Sí? Pues déjame decirte que no estás solo.  

Honestamente creo que uno no puede dejar ir el paso así por así, muchos dicen que se trata de vivir aprovechando el momento, y nunca mirar hacia atrás. Pero en mi opinión, creo que esto es algo imposible de hacer. Por muy deprimente que suene, más de algún buen evento tuvo que haber tomado lugar en tu vida. Más de alguno. Y apuesto a que sueles recordar estos eventos regularmente. 

Pero así como el pasado pudo haber estado lleno de triunfos, seguramente también tuvo muchos fracasos, caídas, eventos que es mejor no recordar, y que son irónicamente los que algunos más recordamos. Y me incluyo porque es justamente esto lo que me sucede a menudo. Me encuentro en determinado momento pensando en algo, y luego ¡zaz!, uno de esos recuerdos llega de la nada a mi mente, y llega para quedarse y dar lata para rato. Pero, ¿qué es lo que sucede? ¿Por qué me "gusta" tanto pasar tiempo en el pasado?

No creo tener una respuesta definida para esta pregunta, pero es que nada en esta vida está resuelto, nada es seguro y nada es absoluto. Ni siquiera la nada lo es. 

Dejando de un lado esta mini divagación filosófica, que no tiene mucho que hacer aquí, regreso para intentar resolver a las interrogantes. Considero que pese a producirme vergüenza, tristeza, rencor, nostalgia, melancolía o lo que sea; el pasado de cierta forma de hace sentir viva. Por más obvio que este razonamiento sea, lo encuentro válido para contestar. Recordar el pasado me sirve para darme cuenta de mi participación en el curso de la vida y de las situaciones en las que estuve involucrada. Porque estoy segura que de haber actuado distinto, muchas cosas hubieran tomado un curso totalmente distinto, y quizás no estaría en la posición en la que me encuentro ahora. Cómoda y feliz. A gusto.

Claro que el pasado tampoco hay que tomarlo por sentado. Una de mis mañas, que aunque la considere mala y atosigante, es pensar de qué otra forma -mejor forma- pude haber actuado en determinados casos. Siempre me encuentro perdida en el pasado, pensando en mil opciones que habrían hecho de mis acciones algo muchísimo mejor y memorable. Y es ahí cuando el remordimiento y el arrepentimiento me llevan a un callejón oscuro y sin salida. Me enfurezco por no haber sabido actuar en el momento, pero luego recuerdo una cosa sumamente importante: SOY HUMANA. Los errores son algo de mi diario vivir, y tengo que aprender a acostumbrarme a ellos, a saber manejarlos, pero aún más importante, tengo que saber cómo APROVECHAR MIS ERRORES. Y creo que una vista al pasado, un "mirar hacia atrás" también me permite aprender a hacer esto. 

Quizás por eso me encanta vivir en el pasado (claro, sin descuidar el presente por un solo segundo), porque me hace armarme de valor para afrontar la vida de una forma mejor.

Antes de terminar quisiera decir que soy una joven con muchos arrepentimientos, pero que se está esforzando de sobremanera para transformarlos en aprendizaje, fuerza y valor.

Al iniciar dije que qué suertudo si eras de aquellas personas a las que el pasado les vale y nunca lo recuerdan. Pero al final, creo que más suertudos somos quienes sentimos al pasado atosigándonos. Porque nos prepara para enmendar el presente y encarar el futuro. 

domingo, 8 de marzo de 2015

A tí, mujer


Picture credits

Un poco tarde ya, en el Día Internacional de la Mujer, te escribo a tí, compañera de género.
De mujer a mujer, con la esperanza de facilitarte una lección, que a mí me ha costado aprender.

Aquí te va la receta para ser feliz, en un paso; simple, breve, concisa, efectiva.

Primer y único paso:

1) La única persona a la que realmente debes complacer es: a tí misma.

No pierdas el tiempo tratando de hacer feliz a alguien. O peor aún, tratando de hacer feliz a todo aquel que te rodee, sea buena o mala persona. Porque eso, amiga mía, es sin lugar a dudas imposible. Sé que dirás que en la vida de una, no sólo estamos nosotras mismas. Pues hay familia, amistades, compañeros, autoridades de cualquier tipo. Y estás en lo correcto, las hay. Pero en mí opinión, no debes tratar de hacerlos felices a todos ellos, tú eres la única a la que debes complacer.

Cuando te des cuenta de que eres realmente feliz con la forma en la que conduces tu vida, verás que los demás se contentarán. Ellos respetarán tus acciones y tus decisiones. Ellos respetarán tu felicidad.

Condúcete siendo alegre, amable y respetuosa.
No andes por la vida, ni sumisa ni pomposa.
Conócete y quiérete.
Deja de vivir la vida en obra gris,
Y atrévete a ser feliz.

Lo que fue y nunca será

Estoy pensando en lo que fue y nunca será
¿Por qué buscar en donde nada hubo,
Nada hay y nada habrá?

Momento, algún día existió...
Alegría, amistad, amor...
¿Cuándo se derrumbó?

Mirando hacia atrás
Empiezo a cuestionar,
¿Fue un sentimiento cien por ciento veraz?


miércoles, 4 de marzo de 2015

En un mundo donde solo importa lo perceptible a los sentidos...

¿Alguna vez te has puesto a pensar, en lo paradójico que es el hecho de centrar toda nuestra atención en lo tangible, lo perceptible; cuando la esencia de las cosas y de las personas es intangible?
Lo primero que vez de algo o de alguien, es su imagen física. Lo perceptible a los sentidos. Siempre es así, ves el color, forma, decides si es o no atractivo, llamativo... Un sinfín de características que aprecias gracias a la vista, el tacto, el oído, etc. Pero en alguno de estos momentos, en su mayoría fugaces, apuesto a que nunca has captado por completo la verdadera esencia del objeto, o especialmente, de la persona.
Y es que para mí, aquí entra la gran diferencia que hay entre dos pequeños y parecidos conceptos. Estos son: conocer y reconocer. Sos capaz de reconocer alguien, porque en algún momento de tu vida lo has visto, pero tan solo de una forma superficial. Muy distinto es conocer a la persona verdadermante. Quien se da el tiempo de escarbar en las capas que pueden esconder a alguien, es quien puede dar fe de conocerlo/a.
En un mundo como el nuestro,  en el que muchas veces nos dejamos guiar por lo que vemos, lo que nos han contado o hemos escuchado en boca de alguien más, los estereotipos, etc. es muy difícil decir que conocemos a tal cantidad de personas. Cuando en realidad, tan sólo somos capaces de reconocer a la gran mayoría.
La esencia es la principal característica de alguien. Porque la esencia encierra a quien verdaderamente es. La esencia es lo que todos deberíamos buscar conocer, a lo que deberíamos dedicarle tiempo. ¿Por qué negar la posibilidad de poder decir que verdaderamente conocemos a alguien? Llegar a conocer a las personas crea sentimientos únicos. Conocer es también una oportunidad de aprender. Y no hay nada más provechoso que eso.
En un mundo tan material y superficial, tratemos de ocuparnos y preocuparnos en y por, lo esencial. Aquello que es "invisible a los ojos".

miércoles, 25 de febrero de 2015

La mariposa que se negaba a dejar el capullo



Ella era fuerte, segura, confiada. O al menos eso era lo que quería que los demás creyeran. 

La verdad es que, en su interior ella sentía que era todo lo contrario: débil, tímida, frágil, insegura... Le parecía fácil acatar libretos, disfrazarse con ilusiones, vestirse de complacencias, mientras agradaba a quienes la rodeaban e impresionaba a quienes debía impresionar. Se preguntaba constantemente, ¿habrá alguien que me entienda? Mas la respuesta parecía ser siempre un "no". Mariposa estaba rodeada de un mundo, que parecía poco interesado en conocerla verdaderamente. Un mundo que exigía de ella, lo que necesitara, un mundo que parecía extra-limitarla. 

Ella estaba lista para salir al mundo, extender sus alas y volar tan alto como pudiera. Tenía todas las capacidades, dotes y habilidades necesarias. Era inteligente, cariñosa, alegre, servicial, entregada, comprometida... Y sin embargo no lo hacía. ¿Qué la detenía? ¿Por qué no abandonaba el capullo? Seguramente por el miedo. Miedo a caer, a no levantarse, pero principalmente, miedo a que los demás vieran cómo era realmente, y que eso les desagradara. 

Ella no era débil, tenía fuertes opiniones y juicios, pero tenía miedo de expresarlos y ser cuestionada. Ella no era insegura, tan sólo se paraba detrás de otros para que cubrieran sus supuestas imperfecciones y defectos. Y aunque tuviera mucho que demostrar, prefería aportar sigilosamente a las vidas de los demás; en lugar de trabajar por su propia vida.

Se dejó el alma en los demás, les dio sus alas. Cuando los demás caían, era ella quien los levantaba. Sentía que ese era su lugar, su misión. Permanecer todo el tiempo, al tanto de los otros. Pero asumió esta tarea, de tal forma que se descuidó a ella misma. 

¿Qué pasa Mariposa? ¿Es que no te das cuenta de que eres hermosa y poderosa? Claro está que es importante ayudar a los demás, pero ¿por qué siempre tras bambalinas? Entiendo lo de la modestia, pero es que,  ¿no te das cuenta que te estás dejando pisotear?. Tras bambalinas,  en donde nadie puede verte ni escucharte con claridad. Tienes tanto que decir, tanto que aportar. Pero ese capullo no te deja brillar. 

Mas, había una persona, que así como María Iribarne se fijó en el cuadrito de la pintura de Castel; se fijó en Mariposa. La única que le prestó atención, pero aún más importante, la única que se tomó el tiempo de desenvolver ese capullo y conocer el interior; haciéndola sentir cómoda, segura y sin miedo... Así como has dejado pasar un millar de oportunidades, Mariposa ¿dejarás pasar a este atrevido? Que pareciera conocerte y apreciarte más de lo que tú misma lo haces.

Cuando te hablo a tí, Mariposa, sé que le hablo a una parte de mí. Porque sé que soy así. Para mi desgracia o mi fortuna, soy una mariposa que tiene miedo a volar. Sé que soy fuerte, segura, confiada. Sé que soy inteligente, hábil, firme, soñadora. No entiendo por qué me limito, no me explico de dónde viene ese miedo que me ata y me sujeta firmemente a la parte de atrás del escenario de la vida. 

Y aunque a veces crea que nadie me comprende, sé que no es así. Porque en algún momento de la vida, todos somos mariposas con miedo a volar. Con miedo al qué dirán, o a un futuro que somos incapaces de divisar. Muchas veces estamos enfocados en ayudar a los demás, en parecer agradables, en ser aceptados y encajar; pero nuestros esfuerzos siempre van hacia los demás. ¿Por qué no me esfuerzo primeramente, en ayudarme y aceptarme? 

Encuentra la imagen aquí.


Si eres también una mariposa, espero ayudarte a perderle el miedo a salir de ese escudo protector. Cada mariposa es única en su tipo, todas tienen belleza sin igual. Déjate ser descubierta, pero primero, descúbrete.