¿Alguna
vez te has puesto a pensar, en lo paradójico que es el hecho de centrar toda
nuestra atención en lo tangible, lo perceptible; cuando la esencia de las cosas
y de las personas es intangible?
Lo primero que vez de algo o de alguien, es su imagen física. Lo perceptible a
los sentidos. Siempre es así, ves el color, forma, decides si es o no
atractivo, llamativo... Un sinfín de características que aprecias gracias a la
vista, el tacto, el oído, etc. Pero en alguno de estos momentos, en su mayoría
fugaces, apuesto a que nunca has captado por completo la verdadera esencia del
objeto, o especialmente, de la persona.
Y
es que para mí, aquí entra la gran diferencia que hay entre dos pequeños y
parecidos conceptos. Estos son: conocer y reconocer. Sos capaz de reconocer
alguien, porque en algún momento de tu vida lo has visto, pero tan solo de una
forma superficial. Muy distinto es conocer a la persona verdadermante. Quien se da el
tiempo de escarbar en las capas que pueden esconder a alguien, es quien puede
dar fe de conocerlo/a.
En
un mundo como el nuestro, en el que
muchas veces nos dejamos guiar por lo que vemos, lo que nos han contado o hemos
escuchado en boca de alguien más, los estereotipos, etc. es muy difícil decir
que conocemos a tal cantidad de personas. Cuando en realidad, tan sólo somos
capaces de reconocer a la gran mayoría.
La
esencia es la principal característica de alguien. Porque la esencia encierra a
quien verdaderamente es. La esencia es lo que todos deberíamos buscar conocer,
a lo que deberíamos dedicarle tiempo. ¿Por qué negar la posibilidad de poder
decir que verdaderamente conocemos a alguien? Llegar a conocer a las personas
crea sentimientos únicos. Conocer es también una oportunidad de aprender. Y no
hay nada más provechoso que eso.
En
un mundo tan material y superficial, tratemos de ocuparnos y preocuparnos en y
por, lo esencial. Aquello que es "invisible a los ojos".
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