miércoles, 25 de febrero de 2015

La mariposa que se negaba a dejar el capullo



Ella era fuerte, segura, confiada. O al menos eso era lo que quería que los demás creyeran. 

La verdad es que, en su interior ella sentía que era todo lo contrario: débil, tímida, frágil, insegura... Le parecía fácil acatar libretos, disfrazarse con ilusiones, vestirse de complacencias, mientras agradaba a quienes la rodeaban e impresionaba a quienes debía impresionar. Se preguntaba constantemente, ¿habrá alguien que me entienda? Mas la respuesta parecía ser siempre un "no". Mariposa estaba rodeada de un mundo, que parecía poco interesado en conocerla verdaderamente. Un mundo que exigía de ella, lo que necesitara, un mundo que parecía extra-limitarla. 

Ella estaba lista para salir al mundo, extender sus alas y volar tan alto como pudiera. Tenía todas las capacidades, dotes y habilidades necesarias. Era inteligente, cariñosa, alegre, servicial, entregada, comprometida... Y sin embargo no lo hacía. ¿Qué la detenía? ¿Por qué no abandonaba el capullo? Seguramente por el miedo. Miedo a caer, a no levantarse, pero principalmente, miedo a que los demás vieran cómo era realmente, y que eso les desagradara. 

Ella no era débil, tenía fuertes opiniones y juicios, pero tenía miedo de expresarlos y ser cuestionada. Ella no era insegura, tan sólo se paraba detrás de otros para que cubrieran sus supuestas imperfecciones y defectos. Y aunque tuviera mucho que demostrar, prefería aportar sigilosamente a las vidas de los demás; en lugar de trabajar por su propia vida.

Se dejó el alma en los demás, les dio sus alas. Cuando los demás caían, era ella quien los levantaba. Sentía que ese era su lugar, su misión. Permanecer todo el tiempo, al tanto de los otros. Pero asumió esta tarea, de tal forma que se descuidó a ella misma. 

¿Qué pasa Mariposa? ¿Es que no te das cuenta de que eres hermosa y poderosa? Claro está que es importante ayudar a los demás, pero ¿por qué siempre tras bambalinas? Entiendo lo de la modestia, pero es que,  ¿no te das cuenta que te estás dejando pisotear?. Tras bambalinas,  en donde nadie puede verte ni escucharte con claridad. Tienes tanto que decir, tanto que aportar. Pero ese capullo no te deja brillar. 

Mas, había una persona, que así como María Iribarne se fijó en el cuadrito de la pintura de Castel; se fijó en Mariposa. La única que le prestó atención, pero aún más importante, la única que se tomó el tiempo de desenvolver ese capullo y conocer el interior; haciéndola sentir cómoda, segura y sin miedo... Así como has dejado pasar un millar de oportunidades, Mariposa ¿dejarás pasar a este atrevido? Que pareciera conocerte y apreciarte más de lo que tú misma lo haces.

Cuando te hablo a tí, Mariposa, sé que le hablo a una parte de mí. Porque sé que soy así. Para mi desgracia o mi fortuna, soy una mariposa que tiene miedo a volar. Sé que soy fuerte, segura, confiada. Sé que soy inteligente, hábil, firme, soñadora. No entiendo por qué me limito, no me explico de dónde viene ese miedo que me ata y me sujeta firmemente a la parte de atrás del escenario de la vida. 

Y aunque a veces crea que nadie me comprende, sé que no es así. Porque en algún momento de la vida, todos somos mariposas con miedo a volar. Con miedo al qué dirán, o a un futuro que somos incapaces de divisar. Muchas veces estamos enfocados en ayudar a los demás, en parecer agradables, en ser aceptados y encajar; pero nuestros esfuerzos siempre van hacia los demás. ¿Por qué no me esfuerzo primeramente, en ayudarme y aceptarme? 

Encuentra la imagen aquí.


Si eres también una mariposa, espero ayudarte a perderle el miedo a salir de ese escudo protector. Cada mariposa es única en su tipo, todas tienen belleza sin igual. Déjate ser descubierta, pero primero, descúbrete.




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